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Presidente Cristiano de Brasil consagra su Nación a Jesucristo y prohibe la Ideología de Género

Nunca hubo en Brasil un gobierno tan declaradamente favorable a los valores cristianos de lo que ahora se inicia. El Papa Benedicto XVI ha recordado que el Papa Benedicto XVI ha recordado que el Papa Benedicto XVI ha recordado que el Papa Benedicto XVI ha recordado que el Papa Benedicto XVI, Durante toda la campaña, Bolsonaro hizo acentos importantes a la cosmovisión y cultura cristianas, defendiendo la institución de la Familia, participando de oraciones, reconociendo la herencia cristiana como algo positivo.

Estas demostraciones pro-cristianismo han redundado en la formación del ministerio, como ejemplifica la Sra. Damares Alves, ministra de la Mujer, Familia y Derechos Humanos, una activista contra el infanticidio indígena, y la ideología de género. El que acompaña un poco las discusiones político-sociales en el medio cristiano entiende perfectamente las preocupaciones y énfasis de la ministra, así como identifica en el nuevo gobierno, en general, signos de un conservadurismo cristiano.

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El discurso del canciller Ernesto Araújo, admirador del intelectual católico-conservador Olavo de Carvalho, no tuvo miedo de defender contundentemente el valor de la tradición cristiana, además de denunciar lo que llama “teofobia”, es decir, el rechazo a Dios, es trascendente. Su pronunciamiento, más que una idea de Estado y relaciones internacionales, representa una idea de Patria, Civilización, Sociedad, Historia, Tradición e Identidad.

En el caso de que se produzca un cambio en la calidad de la información, se debe tener en cuenta que,

He constatado la esperanza y la felicidad con que tantos cristianos vienen testimoniando los primeros lanzamientos del gobierno de Bolsón. Quiero creer que el aspecto predominante de ese contentamiento esté en el hecho de que ahora llega al poder un presidente que no es anticristiano y que se compromete a tirar todo el escombro autoritario y macabro que los petistas sembraron durante el tenebroso período de su desgobierno.

En el corazón de algunos, cualquier mal, en el corazón de algunos, cualquier sentimiento provinciano, cerca del fanatismo o adepto de cosmovisiones propias de ciertos arraial “neopentecostales”, en que las instituciones socio-políticas son percibidas como espacios a ser ocupados por las iglesias, no con el propósito de expandir el reino de Dios, pero de decretar que Brasil fue tomado por los evangélicos – no necesitamos una ideología de gueto, sino de reconocimiento de los pilares fundamentales de la sociedad brasileña, aquello que contribuyó a que esta nación se construyera, no puede haber duda de que uno de esos pilares es la cultura cristiana.

La cosmovisión cristiana reformada preconiza que la Verdad es absoluta y completa, y esto significa que la Verdad se aplica a todas las áreas de la vida (espiritual, social, política, económica, científica, histórica, epistemológica, ideológica, nacional, cultural) dualismos o fragmentaciones.

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En ese contexto, la prensa merecerá atención especial: algunos periodistas o intelectuales han exhibido un espectáculo dantesco, burlándose de la ministra Damares Alves y su experiencia religiosa cuando aún era niño; llamando a esa ministra de “excesivamente religiosa”; burlándose del ministro Ernesto Aroajo por su valorización de la tradición cristiana; en el caso de la primera dama, Michelle Bolsonaro, a punto de cierto columnista, recurriendo a una de esas especialistas, publicar un texto para criticar el énfasis en la Familia, como si fuera un “culto a la personalidad”.

¿Por qué la prensa odia al Cristianismo, especialmente en su aspecto protestante-evangélico? ¿Por qué un hombre público hablar en Dios es incorrecto? ¿Por qué la religión de la mayoría de los brasileños es despreciada? ¿Por qué no consideran que el Cristianismo sobrepasa los límites de la religión, atravesando nuestras instituciones fundamentales e imaginario social, como nación forjada por la civilización judeocristiana?

A menudo tengo la impresión de que la gran prensa tiene asco de los cristianos, especialmente de los evangélicos. Ellos no nos gustan, lo que, en realidad, debe ser motivo de regocijo, si recordamos la exhortación apostólica en I Pedro 4.14-16. El que padece como cristiano debe sentirse honrado, cuidando siempre para que las críticas no sean justificadas por eventual conducta reprobable.

Algunos vehículos ni ocultan más su furia, disparando textos en serie contra valores que, mal saben, constituyen el mortero de toda sociedad bien estructurada, que respeta los derechos humanos, la libertad, la equidad, y la solidaridad. Bastaría recordar que las naciones islámicas no suelen conocer lo que es democracia.

El escenario exige que oremos cada vez más por el presidente y sus ministros, así como por todas las autoridades constituidas, de acuerdo con lo que el apóstol Pablo nos orienta (cf. I Tm 2.2). Oremos también por Brasil, para que él se curve delante del Dios Todopoderoso, Rey de los reyes y Señor de los señores, el Único que es digno de gloria, majestad, honor y alabanza, por los siglos de los siglos.