“Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre.” Apocalipsis 13:16-17
Miles de personas en Suecia han insertado microchips, que pueden funcionar como tarjetas de crédito sin contacto, tarjetas de acceso e incluso tarjetas de tren, en sus cuerpos. Una vez que el chip está debajo de su piel, ya no hay necesidad de preocuparse por extraviar una tarjeta o llevar una billetera pesada. Pero para muchas personas, la idea de llevar un microchip en su cuerpo se siente más distópica que práctica.
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Algunos han sugerido que el fuerte estado de bienestar de Suecia puede ser la causa de esta tendencia reciente. Pero en realidad, los factores detrás de por qué aproximadamente 3.500 suecos han tenido microchips implantados en ellos son más complejos de lo que cabría esperar. Este fenómeno refleja la escena de biohacking única de Suecia. Si miras por debajo de la superficie, el romance de Suecia con todo lo digital es mucho más profundo que estos microchips.
El término biohackers se refiere a los biólogos aficionados que realizan experimentos en biomedicina, pero lo hacen fuera de las instituciones tradicionales, como universidades, compañías médicas y otros entornos controlados científicamente. Así como los piratas informáticos piratean las computadoras, los biohackers piratean todo lo biológico.
Biohacking también es una cultura diversa, con muchos subgrupos diferentes, todos con diferentes tipos de intereses, objetivos e ideologías. Pero dentro de esta diversidad hay dos grupos principales: “hackers de wetware” y transhumanistas.
Estos hechos son similares a lo que describe la Biblia: “y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre.” Apocalipsis 14:11
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