No seria un problema adivinar el sentido de las palabras que expresó el pontífice en la charla “informal” que mantuvo con un avezado periodista italiano.
Es probable que no se tenga una desgrabación de la última charla del Papa con el periodista italiano Eugenio Scalfari. Seguramente tampoco exista porque, como todo periodista de raza veterano, no graba, sino que toma apuntes. Más aún: en este caso concreto –en una actitud no exenta de osadía- suele memorizar los conceptos de su interlocutor.
Decimos “en una actitud no exenta de osadía” porque en las cuestiones doctrinales los términos cuentan mucho. Equivocarlos, o ser imprecisos, suele inducir al error (y en lo que nos ocupa, meterlo al Papa en un lío, y no precisamente del tipo que él propicia Francisco).
Ciertamente otras charlas con Francisco de Scalfari –fundador del diario La Repubblica, donde las publica- fueron relativizadas por el Vaticano. Lo mismo acaba de ocurrir con esta.
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De todas formas, no es difícil adivinar el sentido de las palabras del pontífice cuando dice: “No existe un infierno en el que sufren las almas de los pecadores para toda la eternidad”. Y que, tras la muerte, las almas de las personas que se arrepienten reciben el perdón de Dios y se suman a quienes lo contemplan, pero “aquellos que no se arrepienten y por tanto no pueden ser perdonados, desaparecen”.
Sin embargo, es conveniente tener en cuenta que Francisco no dice que no existe “el” infierno, sino “un” infierno determinado, en una implícita referencia -interpretamos- a la extendida representación popular –que abarca a muchos cristianos- de un lugar en llamas, donde la gente poco menos que se quema ”viva”. Sino, como dice acaso el principal biblista argentino contemporáneo, el padre Luis Rivas, “es un estado de la persona que empieza a vivirse en este mundo como el cielo”. Dicho de otra manera: no es un lugar físico espantoso.
Seria, el principal escollo al hablar del tema, dice Rivas. “Porque cuando se usa la palabra Infierno, mucha gente lo toma como la figura que representa. Y eso hace que tal vez uno rehuya el tema, porque uno está hablando de otra cosa y la gente entiende otra. Porque tenemos la figura del pozo de fuego (…) que no es el Dios en el que creemos. O las imágenes de Dante que va recorriendo las galerías del Infierno. Pero son lenguajes mitológicos o poéticos –redondea- que no hay que tomar al pie de la letra y hay que ver cómo traducimos”.
Dicho problema se presenta en muchos otros aspectos de la Biblia, desde la Creación y Adán y Eva en adelante, que constituyen narraciones para facilitar la comprensión, pero no deben ser tomadas en un sentido literal. Claro que no faltan quienes hacen lecturas literales y suscitan encendidas polémicas como en Estados Unidos entre “creacionistas” y “evolucionistas”. Y que, en el caso que nos ocupa, provocará que los más conservadores –apelando a las muchas menciones de Jesús al infierno- tengan otro motivo para criticar a Francisco.